lunes, 4 de julio de 2011

Capítulo primero;

Subimos unas pequeñas escaleras, despacio, yo miraba continuamente el suelo, ayudando a subir varias de las cajas que tenía el en el coche.
El subió primero, abriendo la puerta del piso. Esperé fuera unos momentos, y luego pasé.
La casa era grande, tenía varias ventanas que la rodeaban. Lo miré todo con curiosidad, estaba envuelta de colores cálidos que contrastaban con el tiempo de fuera.
Sonreí levemente, dejando las cajas contra una pared.
- Ven -pidió, dejando también las cajas que llevaba-
Le seguí y me condució hasta una habitación de colores pálidos. La cama era grande, de dos personas.
- Este será tu cuarto.
Sonrió y me empujó hacia dentro, con cuidado.
- Yo estoy al lado -continuó-
Asentí y le sonreí.
- ¿Te gusta?
- Es... bonita -sonreí y le miré-
Y enverdad, me gustaba.
La miré bien, y luego me giré hacia el.
No añadí nada más sobre la habitación, mientras no fuese la mia, me gustaría.

Me quedé pensando.
Era una casa bastante grande, o demasiado para que viviese el solo.

- ¿Con quien vives? -le miré mientras caminábamos al salón-
- Con nadie, al menos que yo sepa -rió- ¿Por qué?
Me encogí de hombros a modo de respuesta.

- Antes vivía aquí con mis padres, ahora vivo solo -aclaró-
Asentí y le sonreí.

- ¿Y tú? ¿No tienes familia allí? -continuó-

Me arrepentí de haber sacado aquel tema de conversación.

 - No, la verdad esque no.

Lo dije sin mirarle, clavando mi vista en el suelo. Casi nunca había hablado de mi madre a nadie, de lo que ocurrió. Solo meditaba conmigo misma.  No me gustaba decirlo en voz alta, solo conseguía hacerse mas real.


Saqué otro tema, para evitar más preguntas como esa.

- ¿Te apetecía volver? -sonreí, y volví a mirarle-
- No, o sí -hizo una mueca- No lo sé.

Me reí entre dientes, en parte de mi misma.
Sonrió.

-Aunque supongo que si he vuelto ha sido porque quería -cogió una taza-

- Supongo. -recalqué-

Sonrió de medio lado y caminé hasta la ventana, mirando la calle. Me resultaba familiar, aunque no había estado por aquí nunca.
Simplemente era otra ciudad, la podía haber visto en alguna foto o cartel, incluso en algún que otro vídeo.

- ¿En que piensas?
Me giré para mirarle. Estaba apoyado contra una pared, con los brazos cruzados.

-En nada.
Caminé hasta el sofá, y me senté en el.

- No se puede no pensar en nada -se acercó-
- Si que se puede -protesté-
- Pues no parecía eso, parecías concentrada.
- Estaba pensando en mi madre. En que la echo de menos. En que esta ciudad me suena.
Le miré, inclinando la cabeza hacia arriba. Esperando por dentro que no preguntase nada más.
- Es una ciudad más -añadió al cabo de un rato-
Asentí despacio, volviendo la cabeza hacia otro lado.

- ¿Y tú madre? -se sentó en el borde, a mi lado-
Volví a girarme, me lo sacaría de encima de una vez por todas.
- Murió, hace mucho, yo era pequeña aún.
- Losiento.
Hizo una mueca, ahora le vendría el momento de "no debería haber preguntado" ya había pasado por eso otras veces. Pero el no añadió nada más.
Se levantó despacio, volviendo a coger la taza, y luego cogiendo otra más, y dirigiéndose hacia la cocina.

Al cabo de un rato volvió con las tazas llenas de café, se volvió a sentar a mi lado, esta vez bien, me ofreció una taza y no dijo nada más sobre el tema.

-Gracias. -No sabía si le agradecía el café, o que no dijese nada-
- No hay de que. -Sonrió de lado-

Agarré la taza con las dos manos, y soplé. El humo se esparcia sobre mi cara, dándome la sensación de que me estaba quemando. La aparté un poco, esperando a que se enfriase algo.

- ¿Tu no tienes familia aquí?
Me miró, pegó un trago al café, y lo dejo sobre la mesa.
- No, como mucho algún amigo, pero hace mucho que no les veo.
Incliné un poco la cabeza.
- Tenía más en tu ciudad -rió-
Sonreí y bebí.
- Y bueno, ¿qué piensas hacer? -preguntó-
- No lo sé, buscaré algún trabajo temporal, para ganar un poco más de dinero.
- No tengas prisas -me sonrió-
Le devolví la sonrisa, y me sentí mejor.

domingo, 26 de junio de 2011

Presentación;

Caminé despacio, parándome a mirar a mi al rededor, observando cada detalle, memorizando lo que veía, no me pasaba nada, pero tenía la sensación de un leve rastro de lágrimas sobre mis mejillas.
Los rayos del sol se colaban por algunas ramas, y me caían en la cara, haciendo que mi piel pareciese aún mas clara, giré sobre mi misma, despacio, y seguí caminando, mis ojos se cruzaron con miles de cosas mientras intentaba regresar.

Crucé unos pocos árboles, y me topé con la carretera. No pasaba nadie, a pesar de la hora que era. Miré su infinito, suspiré y agité la cabeza, quitándome los mechones castaños que me caían en la cara. Me crucé de brazos, cansada.
Miré mi reloj una vez más; diez minutos, cinco, media hora.
Cuando me podía marchar de allí, no encontraba la forma de irme. Y muchas veces las había pensado tumbada en la cama antes de acostarme, cuando era más pequeña, con la oscuridad cubriéndolo todo. O una tarde que estuviese lloviendo y no pudiese salir fuera, aunque hace ya bastante tiempo, nunca se me quitó esa idea de la cabeza.
Deseé que nada de eso hubiese pasado, aunque solo por un instante, porque de repente me vi en el mundo real, en mitad de la nada, y sola.

Aunque en realidad, lo prefería, ya que desde hace unos años, con la muerte de mi madre, me había quedado sola en casa, casi siempre leyendo.
Pero me gustaba, nunca me había quejado por ello. Nunca se me había ocurrido quejarme.
La echaba de menos.
Muchas veces había rehuido los recuerdos que tenía con ella, intentando olvidarlos, pero nunca lo conseguí. Y hoy regresaban todos a mi cabeza.

Me apoyé en el tronco de un arbol, donde no me daba el sol, y seguí mirando la carretera, mientras recordaba pequeñas cosas; que creía que no tenian importancia.

Pasaron varios minutos más antes de que pasase un coche. Adelanté unos pasos, y me asomé un poco hacia delante, bajó la velocidad, hasta que paró unos pasos mas atrás. Y caminé hasta llegar a el. El tipo que lo conducía era poco mayor que yo, o eso parecía, unos 17 o 18 años, llevaba el pelo por la mejilla, y era un poco más oscuro que el mio.
Bajó la ventanilla y sonrió.
- ¿Necesitas ayuda? -su voz era suave-
 - Bueno, en parte.. -sonreí levemente-
- Sube
Le obedecí, y subí a su coche, en la parte de delante, ya que la de atrás estaba repleta de cajas etiquetadas: libros, ropa, cristal (frágil), recuerdos. -supuse que serían fotografías, o cosas por el estilo-
- ¿Te llevo a algún sitio? -continuó, mirando la carretera, y de vez en cuando mirándome a mí de reojo-
- No, a donde vallas tu me sirve -miré al frente, igual que el-
Pude ver como fruncía  el ceño, y luego giraba la cabeza levemente para mirarme.
- ¿No vas a ningún sitio en especial, entonces? -volvió a fijar sus ojos-
- No
Estuvo callado, esperando.
- No quiero estar por aquí  -me reí de mi misma por dentro, al escuchar lo absurdo que sonaba- así que voy a empezar de nuevo, o eso espero -le sonreí, y el me devolvió la sonrisa-
Giró en una curva, recorrió lo que yo había andado en apenas quince minutos.
Me quedé apoyada en el respaldo, sin pensar en nada esta vez, lo único que se oía era el sonido del motor, y unas canciones de la radio.
- ¿Cómo te llamas?
Le miré para contestarle.
- Caroline -sonreí-
- Yo soy Adam
Asentí para mi misma, despacio.

Me concentré en la canción que estaba sonando en ese momento <<Maybe>>. Me gustó. Los árboles pasaban a nuestro lado como si fueran simples líneas, borrosos, de vez en cuando paraba el coche, y se bajaba un rato, aunque enseguida seguía su camino; ahora, también el mio.

Metí mi mano en el bolsillo de mi pantalón y saqué la cartera para mirar el dinero que tenía, era poco, pero suficiente. Al menos hasta que ganase algo más.

- ¿Tú porqué te vas? -le pregunté, por curiosidad-
Rió.
-Yo no me voy, vuelvo.
Sonrió.
Y yo le sonreí.



Me quedé dormida en el coche, hasta que por un bache, y demasiada velocidad por parte de Adam, me desperté.
- Perdona -musitó, mirándome de reojo para comprobar si seguía dormida-
Me incorporé, bostezando, y tapándome la boca con un brazo.
- No importa.
Lo dije en apenas un susurro, y volví a cerrar los ojos, pero no para dormirme.
- ¿Te vas a volver a dormir?
- No, ahora no. -giré la cabeza para verle-
- Si quieres paro en algún sitio... -Tamborileó con los dedos en el volante-
- No hace falta
Le sonreí levemente, cansada. Me puse a pensar, ya que no tenía otra cosa que hacer, me puse a pensar en mi madre, y en cómo Adam me había ayudado, a pesar de que fuese una desconocida para el.
También pensé en lo que haría al llegar allí, aunque ni siquiera sabía todavía a donde íbamos, pero eso me daba igual, porque estaba lejos.
Bostecé de nuevo, y aminoró la marcha, hasta aparcar el coche a la derecha de la carretera.
- Ya te puedes dormir si quieres -sonrió y salió del coche, apoyándose en un lateral de el-
Fruncí el ceño, y me quedé un rato mirando al frente, respirando despacio, ya no tenía sueño.

Giré mi cabeza a la izquierda, mirando una carretera que no se veía por la oscuridad de la noche. Y distinguiendo una silueta apoyada al lado de la ventana. Sonreí para mi. Ese día sonreí más que todos los que habían pasado. Nunca había pensado que me sentía sola en casa, sin mis padres, sin ningún familiar al que aferrarme, hasta hoy. Pero hoy ya no me importaba.

Seguí mirando en su dirección, hasta que el se dio cuenta.
- ¿Estás despierta?
Asentí levemente con la cabeza, y el hizo una mueca de media sonrisa.

Entró en el coche, pegando un pequeño portazo.

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Amaneció, la luz se colaba por las ventanas tiñéndome la piel, el ya estaba despierto. Me moría de calor, bajé la ventanilla del coche, y le miré.

- ¿No has dormido?
- sí -mintió-
Sus ojeras decían lo contrario.

- Ya queda poco para que lleguemos -aseguró, con una sonrisa-

Me encogí de hombros, sonriendo. Hacía mucho que no hacía ese gesto, solo me recuerdo de pequeña.

Después de dos horas más en el coche, con música en la  radio, llegamos.

Abrió su puerta y se bajó, recorrió el morro del coche despacio, y luego abrió la mía, esperando a que saliese. 
Me quedé mirando las calles, esperando a que se me ocurriese algo para poder seguir en ellas.

- ¿Qué vas ha hacer ahora? -preguntó-
Me encogí de hombros, y respiré hondo.
- No lo sé.

Le miré, intentando no parecer indefensa, o perdida, pero no lo conseguí.

Su mirada era triste, pero sonrió.

- Podrías quedarte conmigo unos días, si quieres.